¡Nadie tiene la vida comprada!
Eran las 6:45 de la mañana del primero de abril de año 2000, día en el que una desgracia terminaría por alertar a toda una ciudadanía de uno de los tantos actos delictivos que acaban con la vida de seres humanos inocentes y que termina definiendo a la ciudad como insegura.
Así se definiría la trágica partida de Andrea, una joven de tan sólo 16 años quien cursaba quinto año de bachillerato en un colegio cerca a su casa, vivía con su madre en un apartamento justo para ellas dos.
Andrea el mismo día de su desgracia sin saberlo. Estaba muy feliz porque luego de haber rogado durante mucho el permiso para ir a la fiesta de cumpleaños de su mejor amiga tiempo por fin se le había concedido, ese día ella paso muy bien compartió con todos sus amigos. Sin embargo una discusión sin precedentes hizo tomar la decisión más apresurada y menos inteligente para ella y su bienestar.
Andrea salió de aquella fiesta de mal humor y desde la portería pidió un taxi donde se acostumbra a dar un “código de confirmación y seguridad”; con lagrimas en su rostro subió a aquel carro que llego en instantes luego de su llamado; y olvido llamar a su mamá a avisarle que llegaría a su casa justo a las 6:30 de la mañana abordo de un taxi.
Anita la mejor amiga de Andrea llamo al momento de su partida a la Sra. Doris para avisarle de la terquedad de su hija que luego de negarse a ir con uno de sus amigos que ofreció llevarla a casa, había tomado un taxi. La madre de Andrea quedó muy preocupada y se asomaba a cada momento por la ventana tenía un mal presentimiento, así transcurrieron las horas y no se sabía nada del paradero de Andrea, la madre llamo a todos los amigos a preguntarla pero nadie daba razón de ella. La policía entro en acción luego de transcurridas 72 horas de su desaparición, hablaron con testigos, con el servicio de taxis pero nadie sabía nada.
Transcurrieron tres (3) meses desde su desaparición y no se sabía absolutamente nada doña Doris destrozada completamente sin saber a donde más buscar a su hija, sin saber de su existencia. Un día paso por la Caracas cerca a la calle “del cartucho” y vio a su alrededor que todo allí era miseria y perdición, pero en medio de ello vio a su hija, Andrea estaba allí era evidente que la señora Doris no podía entrar allí así como así.
Muy temprano al día siguiente, Doña Doris con atuendos extraños, ropa sucia, fue con el objetivo de recuperar a su hija; la busco en medio de miradas extrañas, grito fuerte su nombre y ella no la reconoció, Doris le insistió en que era su madre que estuviera tranquila que iban a salir de todo y que no tuviera miedo.
Uno de los “duros” como eran llamados quienes vendían estupefacientes y eran dueños del negocio, ordeno a Doris que saliera o si no su hija moriría, él sabía que ya la habían reconocido pero no la podía dejar ir; así que le apunto a Andrea con un revólver y la obligo a abandonar un sitio donde no era conocida. Sin embargo la Sra. Doris no fue sola, la acompaño un oficial vestido de civil quien la seguía muy de cerca para su seguridad, sin embargo al proceder a detener a quien amenazaba no corrieron con suerte el disparo y quien recibió el impacto fue la madre de Andrea.
Días después Doris despertó en una clínica preocupada por la suerte de Andrea sin saber que le había sucedido. El médico le informo que el teniente saco del lugar a Andrea y aunque le hicieron terapias y desintoxicación. Andrea no logro recordar lo sucedido, solo el momento en el que subió al taxi aquella noche de la fiesta y cuando despertó no sintiéndose ella misma en la calle del cartucho. Pero la fuerte dosis que le suministraron como único alimento fue acabando lentamente con su vida, aunque hicieron todo lo posible Andrea estaba en algo grado de desnutrición y su organismo no resistió el tratamiento médico. Ella falleció aquella mañana del 1de abril sin poder recordar que paso en aquel taxi que equivocadamente decidió tomar esa noche.
Ahora la señora Doris, todos sus vecinos e inclusive quienes leen y/o escuchan esta historia que en realidad sucedió, no saben si seguir o no confiando en tomar a esa hora de la madrugada un taxi.
No quisieran correr con aquel triste final de aquella jovencita que hasta ahora estaba aprendiendo a vivir.
(es una historia real pero los nombres son ficticios)
(es una historia real pero los nombres son ficticios)
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